Él conduce justo detrás de ella... los retrovisores son cómplices testigos de su privado repertorio de gestos.
Adelanta.
Ahora, conducción en paralelo... sintonía en bajada de ventanillas...
Y gritan y gritan, porque pueden, porque quieren y porque eso es lo que les demanda el espíritu, que no santo, sino sagrado… un "te quieroooooooooooooooooo", que pone música en la aburrida autovía, que dibuja dos sonrisas... mientras dos corazones bailan henchidos como locos.
Perfectamente al unísono, ni casualidad, ni telepatía... sencillamente el ritual que repiten en cada despedida...
La liberación de un grito...
Anatorres. Los sitios de mi re-creo