Que no, hombre, que no...
Si mis manos, como agua derramada,
tocan por donde se les antoja...
mis ojos miran con tino
y mis labios ya sólo besan néctar...
Si mis pensamientos campan a sus anchas
y mis latidos eligieron dueño...
Tengo pies ágiles que no dejan charco sin pisar
ni quicio sin franquear.
Toco palos a mi aire
en un campo que quemó sus puertas.
Si gasto mis cartuchos como quiero;
si dueña soy de mis jardines prohibidos
y reina de mis pasiones inconfesables...
¡¡ cómo no, de mis palabras !!
Que no, hombre, que no...
Que tú no me callas...
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Para ti, idiota.
Palabras al mar