A mi hermana Carmen, regalo de cumpleaños.
¿Y a mí cuándo me toca? ? ¡¡¡Que ya los has sacao a todos!!!
Menos lectora de lo que le gustaría... me consta que bien considera este blog y su huequito reclama en él.
Aysss Carmela que hoy es tu cumple.
La Carmen. La que siempre será la "chica" de la casa.
" más guapa.
más delgada.
más joven.
más graciosa
Verdad tito Juanito??"
-evidentemente el segundo término de la comparación siempre era yo, su hermana dos años mayor-
Y el tito Juanito, me miraba, me guiñaba y le decía, "sí, sobrina , sí".
Es el optimismo personificado. De eterno rostro aniñado, su risa, más que contagiosa, es la frescura de la casa. Eso sí...pachorrona como ella sóla...sin nervios en la sangre...
-¡¡¡Carmen!!!
-...queeeee pasaaaaa....que no pasaaaa náaaaaa. Vicenteeeeeeeeeee!!!!!
Ha sido la mejor tita de cualquier sobrino y ahora es la afortunada madre de la que dos retoños andan enamorados.
Poco amiga fue de acarrerar libros cuando debíamos, de naturaleza y adolescencia contestona y "arrabalerilla" (conserva, al conducir, ramalazos de aquella época : mejor no toparse con ella, cederle el paso o una lluvia de truenos y relámpagos, tuercas y tornillos puede caerte encima)...sin embargo, mi retina aún guarda las imagenes de mi madre y ella, sentadas en la terraza...pasando de profesión en profesión, intentando averiguar qué le gustaría a la niña ser de mayor, "porque estudiar, algo tienes que estudiar , maricarmen"... mucha madre, la Anita.
El tiempo y su empeño hicieron que fuera ella, la pequeña , de contrato en contrato, acumulando cursos, prácticas en hospitales, madrugando, trabajando veranos y festivos, sumando kilómetros...la primera en traer una nómina a casa.
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Había sido mi compañera de alcoba durante veintitantos años y de cama durante más de una década. Entre-cama-y-catre que llamaban a esos 105 centímetros de colchón que compartíamos cada noche.
Bueno, lo de "cada noche" es un puro decir, porque cogió La-Carmen la manía de caerse de la cama - extraña afición, oiga, pero que se le daba bastante bien- y llegó a resultar de lo más práctico ponerle una manta en el suelo que andar despertándola, para que volviera a caerse a los 10 minutos. Ni que decir tiene que los remordimientos, de verla ahí abajo acurrucadilla, en mi mente infantil, me duraban lo justito. Seguramente de ahí vino su gusto de juntar dos sillas y tumbarse, cual mullido sofá y pasar ahí , digamos una gripe...- rarita la niña, eh?-
Convivían con nosotras en ese cuartito Leif Garret, a tamaño natural, Miguel Bosé, los Pecos, Pedro Marín, Iván... y las numerosas muñecas, comandadas por las de la 1ª Comunión - a ella le cayó una Nancy, wuauuu, la envidié y nunca se lo confesé- , que vaya usted a saber por qué manía, nuestras madres de la época ahorcaban colgándolas en la pared.
Juntas sufrimos el trapo negro en la ventana que convertía en noche cerrada las siestas obligadas de agosto. El trapo negro y los pies de mamá que, para hacernos guardar silencio tambien se nos metía en la cama, en medio, con su cabeza a los pies de la cama...imaginen ya dónde caían sus pies...
Mucho nos unió esa cama, testigo de nuestra la varicela y de las mañanas de domingo... comiendo jeringos. Entre sábanas jugábamos a inventar palabras, que aún hoy recordamos, y que servirían de contraseña en un hipotético caso de secuestro o cualquier otro peligro de muerte. Muchos saltos y saltos en esa cama, "veinticinco de diciembre -y menudos tres botes pegábamos cuando tocaba lo de FUN FUN FUN" - ahhhh y "jugar a no ver" cuando nos daba por encajarnos en la cabeza la faja tubular, que por aquella época llevaban los niños... al menos, nosotros.
En definitiva, 105 centímetros que propiciaron una unión que 105 kilómetros, hoy día, no han logrado mermar.
Re-creando Momentos