A la memoria de mi padre
Para ella había sido el niño protagonista de sus primeros recuerdos... su primer compañero de juegos infantiles y meriendas. Pequeñitos, dos y seis años tenían cuando juntos ya corrían detrás de las palomitas de maiz que él hacía saltar en la chimenea francesa.
El mismo joven que la llevó al altar veinte años después.
El mismo joven que la llevó al altar veinte años después.
En la amanecida de aquel 21 de noviembre de 1990, con sólo 59 años y tantísimo por vivir aún, el niño de las palomitas se nos fue, dejando a mi madre sin su primer y único amor.
Y se nos fue el hombre bueno, sencillo y trabajador que, con calor y frío, cajas y barrilles, camión y kilómetros, procuró , hasta el último día, seguridad a su familia.
Se nos fue el humilde, el hombre de poca escuela y menos letras que, conscientemente, sin problemas, sin celos ni inseguridades, sin tonterías... supo caminar, en muchas ocasiones, un paso por detrás de su pareja, a la que admiraba, velando su sombra... pero siempre sintiendo que formaban un buen tándem.
Llegado del desarraigo, disfrutó del calor de una familia que lo abrigó como hijo y como hermano. Se nos fue el buen yerno y el mejor de los cuñados... el mejor....ellos os lo dirían y os lo dirán. El taxista familiar siempre dispuesto y sin rechistar. El mejor compañero de espárragos y setas, que tantos y tantos domingos, en mitad del mejor de los sueños, se dejó sacar de la cama ...el mejor fogonero en el campo. En fin...
Se nos fue mi padre satisfecho de haber procurado una formación a sus hijos, la que cada cual eligió, y haber hecho de ellos tres personas autónomas, preparadas para empezar a volar.
Sin tiempo de reacción y menos de asimilación, sin justicia alguna que valga...qué sorpresa traicionera nos lo quitó hace hoy 19 años.
Anatorres, Re-creando momentos