Así era nuestro portal de belén
Se imponía despejar el camino; los pastorcillos, que fueron los primeros y ya habían disfrutado de su momento exclusivo y especial, se negaban a volver a la caja... querían ser testigos en primera fila de lo que estaba por acontecer algunos días después y así habían ocupado discretas posiciones en los laterales del portal...
Junto a las bombillitas rojas-verdes-y-amarillas, camufladas entre un frondoso cesped artificial, se reagrupaban el rebaño de ovejas y la piara de cerditos además de un tigre, un simpaticón osito panda, un mono rojo y un elefante amarillo, rescatados de averigüe-usted qué Roscón de Reyes pasado o qué sobrecillo de sorpresas... -que huevoskinder no había en la época- el caso es que año tras año granja, selva y sabana eran ejemplo de armónica convivencia en el camino de tierra...tierra de nuestra vecina Plaza de Toros de Córdoba, Los Califas, que para eso vivíamos justico enfrente...
Media vuelta daban y hacia sus casitas, por fin, marchaban los campesinos que, en el camino desde mediados de diciembre, no habían dejado de sembrar y requete-sembrar el mismo roalito un día y otro día.
El pastorcillo cagando había logrado mimetizarse detrás del pozo y allí , en tan ingrata postura, se pasaba el pobre todas las Pascuas.
Los Reyes Magos expertos ya en bajar por la montaña de libros recubiertos de corcho y papel de estraza -contando con la secreta ayuda diaria de unas impacientes manos infantiles- avanzaban pasito a pasito, como muñecas de Famosa, dirigiéndose al portal.
El tamaño de sus Majestades triplicaba al del minúsculo puentecillo que les aguardaba más adelante.
Justo en medio de un tranquilo Jordán de papel de aluminio arrugado y riberas de conchitas de Sanlúcar de Barrameda, cruzar el inevitable puente suponía la tarea más complicada del trayecto...pero eran ya tantos los años haciendo la misma ruta, que los tres dromedarios sabían perfectamente qué filigrana equilibrista debían hacer al apoyar cada pata para aguantar la posturita hasta el cambio del día siguiente....
Por supuesto en nuestro belén, el Rey Baltasar iba el primero... por afinidad... morenito como nosotros...- nuestra piel, en verano...y buena parte del año también... poco tenía que envidiar al Mago negrito- .
Al paso de la comitiva, la lavandera saludaba agitando al aire sus trapos blancos; el pescador les mostraba orgulloso la imaginaria buena pieza capturada, buena ofrenda hubiera sido si misteriosamente no hubiera desaparecido en alguna mudanza; el campesino de la enorme calabaza al hombro y el burro de la noria también saludaban.
Extrañadas las ranas y los patos miraban no sin cierto recelo a los pobres pollos, a las no menos atónitas gallinas y hasta al pavo negro gordo, que por aquello de la cercania con la especie, se veían esos días realojados también en mitad del rio, que a estas alturas de la Pascua parecía ya una auténtica feria...eran meras estrategias de espacio... que ya vienen los Reyessssss.
Y llegaba la deseada mañana del 6 de enero y delante de la puerta entreabierta del patio lucían la copita de anís ahora vacía, los envoltorios de los tres mantecados que dejamos antes de acostarnos y una montaña de juguetes, multiplicada por tres.
Esa noche, un año más, se había producido la magia de las magias delante de nuestras narices y como debe ser, un año más no nos habíamos enterado de nada-nadita-nada:
Sus Majestades de Oriente que, inexplicablemente para nuestras sencillas mentes de niños , habían avanzado por sí mismos los últimos pasos -yo no fui, yo no fui, lo prometo, nos decíamos unos a otros- amanecían, en perfecta formación, delante del portalitodebelén, habiendo traido al Niño y a los niños de la casa oro, incienso, mirra, risas, ilusiones, magia y alegria.
Re-creando Momentos