Ruboriza, rubor adulto, y se es incapaz de expresarlo fuera del círculo más íntimo.
Antes , el sentimiento era peor, embargaba una profunda vergüenza de juventud…
Y antes, mucho antes, incluso peor , con remordimientos incluidos en la recién estrenada adolescencia.
Sin embargo, puede ocurrir que jamás un cuerpo se sienta más ligado a la palabra que cuando se busca el momento adecuado, la soledad querida; y entonces, se aparta, se intenta la relajación y se coge ese libro que carga las baterías de la imaginación; llega entonces el abandono al erotismo a la experiencia casi religiosa.
Leyendo historias calientes nos convertimos en mirones de personajes que viven las historias prohibidas que yo no nos permitimos vivir; historias que el consciente no se atreve a vivir, pero que se han paseado, más de una vez , por los subconscientes.
Aventuras sugerentes, no necesariamente sexo explícito, ni una cadena interminable de escenas sexuales, de metesacas…sino, ese sabor de lo oculto, de lo prohibido; cuerpos abiertos, exaltados, penetrados, lamidos, entregados, poseidos…historias que nos agitan el propio cuerpo, que lo ponen a mil, y que en la mayor parte de las ocasiones, consiguen apartar manos de libros y ojos de la lectura y y surge la fuerza irresstible a satisfacer necesidades y deseos de un cuerpo que late, que arde…
Palabras al mar